La última ocurrencia de la Sra. De Cospedal, conocida en los
terruños manchegos, como la bien pagá, es reducir a la mitad el número de diputados
de Castilla-la Mancha, cuando hace dos días proponía poner 4 más, y lo más
fantástico del mundo, quitar
el sueldo a los diputados regionales.
Me imagino a mucha
gente aplaudiendo esta iniciativa, como aplauden la reducción del sueldo de los
funcionarios o que les quiten la paga
extra. Entre esa gente los hay que se manifiestan de derechas, de izquierdas y
de santa Rita, pero lo que les identifica, es el poco apego por la seriedad y
por la meditación de las cosas.
El PP, fiel hijo de aquella máxima científica del abuelo de
la Gaviota, Paca la culona, conocido asesino cuartelero y caudillísimo de las
españísimas, hace suyo aquel odio
visceral por la política y los que se dedicaban a ella. En aras de esa virtud,
no les importa poner entre dicho el
sistema de representación política, ni el mismo sistema democrático.
En ese ámbito se circunscribe la última estupidez de la Sra.
De Cospedal. Ahora dice que los diputados regionales dejarán de cobrar y podrán
seguir dedicándose a la dirección de sus empresas (¿supone pues, que todos los
diputados son empresarios o que solo los empresarios podrán ser diputados?)
fuere como fuere, la verdad es que no me imagino a un albañil, a un profesor, a
un camionero, a una arquitecta, a una funcionaria o a un empleado de banca,
terminar su jornada laboral de 8 horas y
luego marcharse a las cortes de Castilla- La Mancha para dedicar otras cuantas
horas a trabajar en iniciativas, leyes o propuestas encaminadas al bien general
de los ciudadanos de la región. Es cierto que sí me imagino, por el contrario a
profesionales liberales, a señoritos acaudalados, o rentistas de toda la vida,
a jubilados con posibles y a esposas o maridos de grandes ejecutivos, pasar las mañanas en las cortes, como antes
las pasaban en el casino, y decidir sobre lo humano y lo divino cuidando mucho
de sus intereses particulares o de casta, que en eso son muy solidarios.
Decir que un diputado no debe cobrar por su trabajo y debe dedicarse a la política, si lo quiere,
de forma diletante, es reducir a escombros muchos principios básicos como
la debida y obligada remuneración justa
por el trabajo realizado; o como la dedicación exclusiva a la labor encomendada
por los representados; o la desvinculación de cualquier interés particular en
la gestión de los recursos públicos.
Decir que un diputado no debe cobrar un sueldo y sí las dietas necesarias, es
decir que pagaran el transporte y la comida y el alojamiento a los señoritos
que se acerquen a la capital a velar por sus intereses y plasmar sus
privilegios en normas legislativas.
Decir que un diputado no debe cobrar es demonizar la
política y a quienes se dedican a ella de la forma más vil, estúpida y
miserable que se pueda imaginar. Es alinearse con esos que reniegan de la
política y de los políticos sin saber lo que dicen, ni las consecuencias de lo
que se supone que piensan. ¿Cuál es la alternativa a los políticos? ¿Los
militares? ¿Los funcionarios? ¿Los curas?, ¿las azafatas del un, dos, tres?...
Es una evidencia que se han confabulado todos los malos
presagios para coincidir justo en este momento. Estamos pasando por la peor de
las situaciones económicas, sociales y política, al tiempo que tenemos a la
peor clase política que se recuerda al
mando. Y aquí incluyo a gobierno y oposición, que lo mismo da.
Hemos sido capaces de recopilar al mayor número de ineptos,
demagogos, pancistas, arribistas, lameculos y mediocres y les hemos dado todo
el poder. Ese es nuestro pecado y en el irá nuestra penitencia. Pero lo
inadmisible es que por tener a los peores, no creamos que los haya mejores y
buenos de verdad; lo intolerable es que por tener a tanto inútil, creamos que
lo que hay que atacar es a la política, a las instituciones o al sistema,
cuando lo que sobran son los ineptos profesionales.
Es fascinante ver como cuando lo que se necesita de verdad son buenos
gestores, gente capaz, con decisión, con ideas, con inteligencia y con vocación
cierta de servicio, aquí lo que proponernos es eliminarlos a todos y a cambio
ofrecemos… nada, nada y más nada.
La derecha está haciendo muy bien
su trabajo, qué duda cabe, entre tanto inútil y tanta bocazas estúpida, seguro
que hay más de un listillo que se frota las manos desde el casino del pueblo
ante la perspectiva maravillosa de volver a los tiempos de sus señoritos
abuelos y sus privilegios. Volveremos a
escuchar aquello que aun escuchamos en algunas viejas películas: el señorito sabrá que tiene estudios, o lo que diga el amo que para eso lo es y por
algo será. En breve seguro que volvemos a poner también aquello de la
puñetera gracia de Dios en las monedas.
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