La constitución, herramienta imprescindible para nuestra
convivencia democrática durante los últimos 34 años, lleva tiempo en una
especie de UVI constante, que impone una reflexión muy profunda, más allá
del estúpido acatamiento sin más.
Cada día nos damos de bruces con algunos representantes de
esta mediocracia política que nos ha tocado en desgracia, referirse a la Constitución como
arma arrojadiza contra todos y contra todo.
El acatamiento y el
juramento o promesa de cumplimiento se exige y se revela como magno
argumento para zanjar debates y para imponer
comportamientos.
Si los catalanes se ofuscan y piden un nuevo marco económico, se despacha
diciendo que no tiene cabida en la constitución y punto; si un presidente proclama como suyos los
gritos de independencia, se le recuerda el deber de acatar y cumplir la
constitución... y así un largo etc. que empieza a ser peligroso a la par que
insoportable.
Si una constitución ha de ser constantemente puesta sobre la
mesa, recordando que hay que cumplirla y acatarla, es porque ese documento, muy
noble y muy respetable y muy lo que nos de la gana, ya no sirve. La constitución se interioriza y se conviene
el acatamiento y cumplimiento por acuerdo y conformidad con lo que establece, no por imperativo. Si cada
vez son más los que no encuentran cabida cómoda en las rígidas paredes de la
constitución, es la hora improrrogable de iniciar el proceso de reforma
profunda, sin dilación, sin miedos y sin prejuicios.
Si los catalanes y vascos
cada vez se encuentran menos cómodos en el imperativo constitucional; si
muchos ciudadanos cuestionan no pocos aspectos del entramado constitucional,
incluido la forma del estado y pasando por las autonomías, el senado, las
cortes, etc. Si la constitución cada vez se revela más como un corsé que como
un espacio de convivencia, no se puede dilatar más en el tiempo su puesta en cuestión y el inicio de un debate
profundo y pausado sobre su reforma.
Ni puede ser un arma de intransigencia, ni una constante de conflicto. O es asumida y respetada
por convicción o se puede convertir en un lastre que nos lleve al desastre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario