lunes, 13 de febrero de 2012

LLAMAS DE ESPERANZA.


Arde Atenas y un escalofrío parece recorrer las conciencias de Europa. Pero parece insuficiente para que despertemos del letargo provocado por años  eternos de conformismo. Nos inocularon el virus de creernos próspera clase media, cuando tan solo éramos cretinos endeudados con infección de arrogancia. Nos insuflaron la idea de que éramos ricos, de que vivíamos en la opulencia más  excelsa por el solo hecho de haber nacido en este aséptico primer mundo.
Mirábamos con desdén a los que venían de la arena y de allende los mares para hacer las tareas sucias  que no queríamos los prósperos, guapos y  altos europeos. Y de pronto,  nos  reventamos los ojos contra una pared que no habíamos visto, contra una piedra inmensa que debía estar allí hace tiempo pero en la que nunca nos habíamos fijado.
Los antiguos amables y sonrientes bancarios empezaron a mirarnos con desconfianza, ya no éramos don tal o doña cual,  sino posibles morosos que pondrían en peligro los pingües beneficios de su banco. Todo se vino abajo sin saber cómo, sin entender nada, sin darnos tiempo a  reaccionar.
Llevamos más de 3 años en una continua derrota y son muy pocos los que levantan la voz y muchos los que permanecemos embobados, con cara de gilipollas  incrédulos ante la avalancha que nos ha caído encima. Asistimos impasibles ante la demolición del escaso estado de bienestar que disfrutábamos, miramos con temor al vecino embargado y expulsado de su casa, por si el siguiente somos nosotros, asentimos y bajamos la cabeza  ante la brutal  caída de nuestras expectativas como trabajadores y como personas mientras los bancos lloran por haber ganado un 5 o un 8 % menos que en años anteriores y siguen exigiendo a gobiernos y a personas que deben recortar más, que deben  gastar menos, que no importa que con el ahorro  se infecte  de miseria, de hambre, de tristeza el mundo entero, lo único que importa es el balance, es la cuenta de resultados. Nos han hecho creer que solo en su opulencia nosotros podremos aspirar a la miseria soportable; que solo si ellos  se pudren en dinero y poder, nosotros podremos soñar con volver a  nuestros alardes de clase media; nos exigen sacrificios, nos imponen arrebatos de solidaridad con los ricos que han visto amenazada la integridad creciente de sus fortunas.
La anestesia que nos han inyectado durante tantos años, nos impide reaccionar, pero aun hay esperanza. En las llamas de Atenas está la luz, está el camino. Si el fuego heleno no purifica, si no  les hace fijarse en nosotros, habrá que aumentar la pira y extenderla y globalizarla. Los problemas de Grecia no nos son ajenos, la tragedia de los griegos es una tragedia universal que a todos nos afecta, que a todos nos hiere, que sangra en nuestras heridas. Si la luz de las llamas no es suficiente para indicarnos el camino, entonces es que definitivamente, estamos perdidos.

2 comentarios:

  1. Esta película ya la ví, digo: viví, hace más de diez añoss, en la Argentina del 2001.
    Se levantó toda la sociedad al grito de: ¡que se vayan todos!
    Valor de la tarea: nadie se fue, y se roba más que nunca en la historia.
    El Estado cobra impuestos como en Suecia y da prestaciones como en Haití.

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  2. el problema es que nos indignamos y gritamos con tanta facilidad como nos adaptamos y olvidamos lo que un día nos hizo levantarnos. Es cuestión de mantener viva la llama de la protesta y la alerta.

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